Por
qué Estados Unidos espía a Brasil
Por Carlos Alberto Montaner - no PD Castrismo - Miami - Madrid
La presidenta
brasilera Dilma Rousseff canceló su visita a Barack Obama.
Estaba
ofendida porque Estados Unidos espiaba su correo electrónico. Eso no se le hace
a un país amigo. La información, probablemente fidedigna, fue brindada por
Edward Snowden desde su refugio en Moscú.
Intrigado, se
lo pregunté a un exembajador norteamericano. ¿Por qué lo hicieron? Su
explicación fue descarnadamente franca:
“desde la perspectiva de Washington, el brasilero
no es exactamente un gobierno amigo. Brasil, por definición y por la
historia, es un país amigo que nos acompañó en la Segunda Guerra mundial y en
Corea, pero no lo es su actual gobierno”.
Somos viejos
conocidos. ¿Puedo dar tu nombre, le pregunto? “No — me dice —. Me crearía un
inmenso problema, pero transcribe la conversación”.
Lo
hago.
“Sólo hay que
leer los papeles del Foro de Sao Paulo y observar la conducta del gobierno
brasilero. Los amigos de Luis Ignacio Lula da
Silva, de Dilma Rousseff y del Partido de los Trabajadores son los enemigos de
Estados Unidos: la Venezuela chavista, primero con Chávez y ahora con
Maduro, la Cuba de Raúl Castro, Irán, la Bolivia de Evo Morales, Libia en época
de Gadafi, la Siria de Bashar el-Asad”.
“En casi todos
los conflictos, el gobierno de Brasil coincide con la línea política de Rusia y
China frente a la perspectiva del Departamento de Estado y la Casa Blanca. Su
familia ideológica más afín es la de los BRICS, con los que intenta conciliar
su política exterior”. (Los BRICS son Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
“La enorme
nación sudamericana ni tiene ni manifiesta el menor interés en defender los
principios democráticos sistemáticamente violados en Cuba. Por el contrario, el
expresidente Lula da Silva suele llevar inversionistas a la Isla para
fortalecer la dictadura de los Castro. Se calcula en mil millones de dólares la
cifra enterrada por los brasileros en el desarrollo del super puerto de Mariel,
cerca de La Habana”.
“La influencia
cubana en Brasil es solapada, pero muy intensa. José Dirceu, el exjefe de
despacho de Lula da Silva, su más influyente ministro, había sido un agente de
los servicios cubanos de inteligencia. Exiliado en Cuba, le cambiaron el rostro
por medio de cirugía y lo devolvieron a Brasil con una nueva identidad (Carlos
Henrique Gouveia de Mello, comerciante judío) y así funcionó hasta que se restauró
la democracia. De la mano de Lula colocó a Brasil entre los grandes
colaboradores de la dictadura cubana. Cayó en desgracia por corrupto, pero sin
ceder un ápice en sus preferencias ideológicas y sus complicidades con La
Habana”.
“Algo parecido
a lo que sucede con el profesor Marco Aurelio García, actual asesor de política
exterior de Dilma Rousseff. Es un antiyanqui contumaz, incluso peor que Dirceu
porque es más inteligente y tiene mejor formación. Hará todo lo que pueda por
perjudicar a Estados Unidos”.
“Para
Itamaraty, esa cancillería que tanto prestigio tiene por la calidad de sus
diplomáticos, generalmente políglotas y bien educados, la Carta Democrática
firmada en el 2001 en Lima es un simple papelucho carente de importancia. El
gobierno, sencillamente, ignora los fraudes electorales llevados a cabo en
Venezuela o en Nicaragua, y es totalmente indiferente ante los atropellos a la
libertad de prensa”.
“Pero eso no
es todo. Hay otros dos temas sobre los cuales Estados Unidos quiere estar
enterado de cuanto sucede en Brasil porque alcanza, de alguna manera, la
seguridad de Estados Unidos: la corrupción y las drogas”.
“Brasil es un
país notablemente corrupto y esas prácticas nefastas afectan las leyes de
Estados Unidos de dos maneras: cuando utilizan el sistema financiero
norteamericano y cuando compiten de manera ilegítima con empresas de este país
recurriendo a sobornos o comisiones ilegales”.
“El asunto de
las drogas es distinto. La producción de coca boliviana se ha quintuplicado
desde que Evo Morales ocupa el poder y el camino de salida de esas sustancias
es Brasil. Casi toda va a parar a Europa y nuestros aliados nos han pedido
información. Esa información a veces se encuentra en manos de políticos
brasileros”.
Las dos
preguntas finales son inevitables: ¿apoyará Washington la candidatura a Brasil
a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU? “No si me
preguntan a mí —me dice—. Ya tenemos dos adversarios permanentes, Rusia y
China. No hace falta un tercero”. Por último, ¿seguirá Estados Unidos espiando
a Brasil? “Por supuesto —me dijo—, es nuestra responsabilidad con la sociedad
americana”.
Creo que Doña
Dilma debe cambiar frecuentemente las claves de su correo electrónico.
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Abração
Dag Vulpi